Regreso al pasado: Cuando un niño se enamoró de Nintendo

Los 80 y 90 en España fueron dos décadas de atrevimiento e innovación en todas las áreas culturales y artísticas. Multitud de grupos musicales nacieron por aquella época revolucionando la música, cineastas coqueteando con la desnudez y el gamberrismo en clave de humor y, como no, peinados extraños. También fue una época donde los walk-man y el formato Beta/VHS reinaban en las casas, una gran puerta a universos desconocidos que inspiró a miles de jóvenes.

 

Videoclubs y Nintendo, el sueño de todo niño

Tuvo que ser allá por el 92 cuando mi padre y yo, con apenas doce años, visitábamos casi diariamente el videoclub para alquilar las últimas novedades que le llegaban al que, años después, terminó siendo nuestro casero. Sí, antes salía más a cuenta alquilar un piso que comprarlo. En una de esas visitas recuerdo que el dueño nos comentó que le había llegado una consola Nintendo con varios juegos para alquilar. No recuerdo exactamente el precio por un fin de semana pero rondaba entre 300 y 500 pesetas, lo que vendría ser en la actualidad no llega a tres euros.

Contigo empezó todo.

 

No costó demasiado convencer a mi padre para llevárnosla a casa, de hecho él era famoso en el bar del colegio por ser uno de los pocos en lograr 1,000,000 de puntos en la máquina pinball allí disponible. Ahora puede parecer una nimiedad pero antes era todo un reto. Uno de los primeros títulos que alquilamos junto a la NES fue Wizards & Warriors II: Iron Sword de la desarrolladora RARE. Quizás no fue el videojuego más aconsejable para disfrutarlo durante dos días porque era muy complicado, pero os puedo asegurar que la consola sobrevivió al tute a duras penas. Como curiosidad, intenté jugarlo hace un par de meses y ahora me parece desquiciante, no sé cómo pude aguantarlo en su día.

 

Aquello de alquilar consolas en un videoclub era novedoso, quizás demasiado. No tuve constancia, que yo recuerde, de otro local similar en mi ciudad que lo hiciera. Evidentemente, se hizo más popular con el paso de los años, llegando a haber incluso algunos especializados en importación donde era imposible alquilar el cartucho de Dragon Ball Z Super Butoden 2 para Super Nintendo. Por primera vez, en mi casa, en el hogar de una familia con pocos recursos, estábamos a la última en moda y tecnología.

 

En aquella época, comprar este cartucho costaba más de 25,000 pesetas, unos 150 euros en la actualidad.

 

Lo cierto es que el videoclub poseía bastantes juegos pero no los suficientes como para probar todo el catálogo de la 8 Bits. Habrían unos 20 o 30, no recuerdo, pero por suerte sí traía novedades conocidas. Otro de los que probamos fue Duck Hunt, que si bien no era novedad era conocido por utilizar una pistola por accesorio. Vosotros quizás no os acordéis pero Duck Hunt fue una experiencia tremendamente satisfactoria para aquellos que veníamos de los VHS jugables. Espera… ¿videojuegos en formato VHS?

 

Así es. A finales de 1980 algunas compañías se dedicaron a lanzar títulos utilizando el reproductor de cintas más famoso del momento e incluso sacando al mercado consolas que funcionaban con VHS. Una de ellas fue Action Max (1987), un invento extraño que contó con varios videojuegos en su catálogo. Nosotros llegamos a alquilarla con una cinta que emulaba guerrillas con cazas de combate. En su día parecía brujería pero mirándolo con ojos de 2024 era una porquería. Eso sí, impresionaba aquello de ver una imagen real y verla interactuar con nuestras acciones.

 

Amor platónico

Pero siguiendo con el artículo, dos de las novedades que trajo nuestro videoclub de confianza fueron las que me “obligaron” a enamorarme de Nintendo; Mega Man 2 y Super Mario Bros. 3. Con el primero fue, como dice el argot juvenil, “una cosa de locos”. Tenía una libreta en la que apuntaba todos los códigos de las fases que completaba, su banda sonora anotada en ella en formato “tarareo” y mi cuarto lleno de dibujos del protagonista. Ambos juegos fueron los culpables de que, por más novedades que trajera el videoclub, nunca llegáramos a probarlas. Siempre alquilábamos los mismos.

 

 

Como dije, no recuerdo exactamente la edad que tendría por aquellos entonces, pero lograr llegar hasta el Dr. Willy con tan pocos veranos, sin guías, sin internet, sin experiencia en videojuegos y en un juego tan difícil como es Mega Man 2, la proeza era digna de ser narrada por Cervantes. Además aquello de alquilar era nuevo en el barrio y la consola no estaba al alcance de todo el mundo, por lo que preguntar a compañeros del colegio no era una opción. Sobre todo si el único Mega Man 2 del barrio vivía en mi casa cada semana.

 

Mega Man 2 fue uno de mis favoritos en el menú, pero sin embargo nunca pude completarlo. El dueño del videoclub, que después fue nuestro casero, nos echó de casa a los pocos años -y de malas maneras- por lo que dejamos de visitar su local. Guardé mis anotaciones para otro momento pero finalmente se perdieron con el paso de los años. Con ya bastante pelo en el cuerpo pude adquirir mi propia copia e incluso disfrutarlo en Mega Man Legacy Collection pero, por A o por B, todavía no me lo he terminado. Desconozco si es porque quiero conservar aquél recuerdo de la infancia o porque me he vuelto más torpe. Intuyo que lo segundo.

 

Mario, el indiscutible Rey de Nintendo

Si lo de Mega Man 2 fue amor a primera vista, no os podéis imaginar qué sensaciones me causó Super Mario Bros. 3. Ya había probado el primero, el mítico, el legendario, la inspiración para muchos desarrolladores. Era una maravilla, claro, pero su tercer capítulo fue como si acostumbrados a jugar en una Game Boy diéramos el salto a Nintendo Switch. Todo era más y mejor. La paleta de colores incluía muchos más que el original, la banda sonora era una delicia (saludos, Koji Kondo) y la versión “mapache” de Mario maravillosa. Otra de las características que me maravilló fue su fluidez. Hay un montón de títulos de NES de apariencia reumática pero SMB3 era pura fantasía en movimiento.

 

Mario Tanooki fue amor a primera vista.

 

Gracias a Hobby Consolas pude desgranar sus entresijos, como la ubicación de la primera flauta o regaderas ocultas que te llevaban a secretos en las alturas. Recuerdo que también pude hacerme con mapas completos de algunos de sus mundos, aunque he de decir que no soy de mirar guías y apenas los utilizaba. Mi carpeta, cómo no, llena de pegatinas de Mario, algunas tan mal hechas que parecía que el fontanero había pasado la noche en un local de mala muerte.

 

Otra cosa no, pero los primeros mundos de SMB3 me los sé al dedillo. Si me pusieran una cinta en los ojos podría fácilmente completar algunas de sus pantallas y recoger algunos secretos por el camino. Fue pura obsesión. No en vano es uno de mis Super Mario favoritos, por delante de los cacareados Mario 64, Mario Galaxy o los más nuevos. Creo que su diseño de niveles es alucinante, con perdón del primero en la saga.

 

Nintendo Game Boy y Pokémon, dos grandes obesiones

Con Super Mario Bros. 3 tuve la misma suerte que con Mega Man 2, la relación con nuestro casero se cortó de raíz y no pude terminar el título. Este sí pude pasármelo en otras ocasiones pero fue otra espinita clavada de mi infancia durante mucho tiempo. Aquello de alquilar consolas que no tenía despertó en mí el interés por Nintendo, ya que yo solo poseía una Atari 2600. La mayoría de mis compañeros de barrio se hicieron con una Game Boy mientras que yo, gracias a un concurso, disfruté de Game Gear. Fui como el patito feo del grupo, pero la portátil de SEGA también tenía juegazos.

 

SplatFest Splatoon Pokémon Rojo Azul

 

Hice de todo por conseguir aquella portátil monocroma, hasta “olvidarme” de devolver una que me prestó un amigo. Es más, fui uno de esos locos que reservé Pokémon Rojo y se unió a la locura de los monstruos de bolsillo aún cuando la consola no era mía. Todavía maldigo a mi madre por dejarle aquella Game Boy con el videojuego a un vecino de corta edad. El muy rufián grabó encima de la mía cuando ya tenía la Pokédex completada.

 

Esta es una historia más de cómo alguien consiguió enamorarse de Nintendo. Aunque algo extraña, estoy seguro de que muchos como yo conocieron -o más bien disfrutaron- de la primera consola de sobremesa de la empresa nipona de manera similar a mi. Nintendo puede que no sea la favorita de todo el público pero estoy convencido que cada uno de los jugadores que amamos esta industria en cualquiera de sus formas tiene una anécdota que contar sobre la compañía. Porque Nintendo, queramos o no, cuenta con una huella imborrable en este ocio.

Mostrar Comentarios (0)