Dying Light se une a la lista de “ports imposibles” de Nintendo Switch, juegos como The Witcher 3 o DOOM Eternal que nunca pensarías que podrían caber en la pequeña consola. Pero Techland lo ha logrado, y lo ha hecho en el mejor momento posible, con su secuela Dying Light 2 Stay Human recién estrenada en las otras consolas… aunque se haya retrasado en su versión Cloud para Nintendo Switch.
El primer Dying Light salió en enero de 2015, uno de los primeros juegos diseñados para la generación PS4 y Xbox One, por lo que es entendible que quepa en Nintendo Switch sin demasiados compromisos, más allá de reducción de gráficos. Sin embargo, se trata de la Platinum Edition, una edición que por primera vez recopila todos los DLC y expansiones de Dying Light en un único producto.
Y es muchísimo: a la campaña principal, de 15 horas mínimo, casi el doble con secundarias, se suma su expansión The Following, con un mapa propio y casi tan larga como la campaña. También se suma Hellraid, una pequeña campaña de estética medieval oscura donde luchas contra esqueletos y monstruos, nueve mapas cortos creados por la comunidad, y todos los packs de armas y skins que fueron saliendo durante años. A eso, añádele multijugador en casi todos los modos… si tienes amigos con los que jugar, claro.
Dying Light es un juego PEGI 18, y muy merecido por la cantidad de desmembramientos, y atrocidades que presenciamos (y que en muchos casos provocamos). Algunas imágenes de este artículo son muy explícitas.
De forma incomprensible (el juego está prohibido en Alemania por su violencia, y en Alemania está la sede de Nintendo Europa) no es posible encontrar Dying Light en la eShop. En España está disponible en formato físico, y puedes comprarlo en Amazon a través de este enlace, o bien usar la eShop americana.
Si no quieres matar zombies, salta sobre ellos
La campaña de Dying Light y su medio-secuela, The Following, son completamente jugables, salvo puntos específicos, en modo cooperativo para cuatro jugadores online (no hay multijugador local, tampoco crossplay). Puede ser lo más parecido a un Left4Dead que llegue a una consola de Nintendo, pero en nuestra opinión, la historia es igualmente muy disfrutable si lo juegas solo.
Así es como lo hemos hecho, al no conocer a nadie más con quien jugar… y porque muchas veces que intentamos buscar o crear partida con desconocidos, el juego daba error (incluso se llegó a «crashear» en alguna ocasión). La verdad es que tampoco nos importó mucho: a no ser que puedas reunir a un amigo o grupo de tres amigos, y poder avanzar en la historia simultáneamente, no tendría mucho sentido jugarlo en cooperativo con desconocidos. Al fin y al cabo, Dying Light es un juego de supervivencia, en el que aprender por tu cuenta cómo enfrentarte a los zombies, «craftear» objetos (y qué armas y trampas son más útiles en cada contexto) e ir poco a poco ganando habilidades de combate… y de agilidad.
Porque la cosa que distingue a Dying Light de otros juegos de acción en primera persona y mundo abierto, con zombies o sin ellos, es el parkour. De hecho, los supervivientes del grupo al que nos unimos en el juego se hacen llamar corredores, pues esa es la mejor baza para sobrevivir: trepar por los tejados, saltar sobre las cabezas de los zombies, deslizarte por zonas estrechas…
Pronto te sientes como Jason Bourne saltando de chabola en chabola, mientras huyes de los zombies (que no tardan en aprender a correr y saltar como tú) y buscando en el mapa la zona segura más cercana (que previamente habrás tenido que limpiar de zombies). Incluso puedes combinar movimientos de parkour con patadas y empujones para dañar a tus enemigos mientras corres.
Llegado a cierto punto desbloqueas un utilísimo gancho que desafía las leyes de la física y con el que puedes colgarte y propulsarte hasta casi cualquier superficie, cosa que rompe un poco la tensión de estar rodeado de zombies, pero que en las partes finales del juego agradecerás.
Y es que Dying Light no se libra de las típicas misiones de recadero que te tienen recorriendo el mapa de punta a punta para llevar suministros o hablar con varios NPC. A veces, aprender cómo alcanzar tu objetivo es la chicha de la misión: ver que puedes trepar un poste de electricidad, saltar desde ahí a un tren y así alcanzar una nave que está cerrada, pero tiene una ventana en el techo abierta. No obstante, llegas a sentir que el juego marea la perdiz con tanto ir y venir, y que la duración está estirada de forma artificial. Es un diseño de misiones algo anticuado (tampoco puedes tomar decisiones, algo que se presta mucho a este tipo de juegos y que sí forma parte crucial de la secuela), pero claro, es un juego de hace siete años…
Otras misiones son más lineales y se ambientan en interiores, como una escuela, un museo o un laboratorio, poniendo el foco en el sigilo, la exploración en busca de pistas para avanzar. Nada demasiado complejo, pero sí te tocará de vez en cuando hace uso del mapa y peinar varias salas para encontrar la forma de avanzar, aunque no hay puzles ni nada parecido.
Y cuando te toque combatir, puedes usar toda clase de armas cuerpo a cuerpo: cuchillos, tablas, machetes, garfios o espadas de fuego. Todo vale. Esta última es un arma DLC, pero como es la Platinum Edition, la tienes desbloqueada desde el principio (aunque tienes que buscar materiales necesarios para «craftearla»).
Todas las armas tienen durabilidad, por lo que tienes que tener cuidado de que no se rompan: puedes repararlas con piezas, pero salvo que le tengas mucho apego, es casi mejor desecharlas, pues constantemente vas encontrando nuevas armas más potentes. Por esa razón, apenas usamos el sistema de almacenamiento, ya que es más divertido ir probando las diferentes armas que dejaban los enemigos o que encontramos saqueando cuerpos y baúles. Todas se usan de la misma forma, pero algunas son más rápidas, otras más pesadas, y aunque no haya mucha profundidad, sí hay varios movimientos, como ataques cargados, lanzamiento de armas o incluso golpes aturdidores en el suelo.
También hay armas de fuego, aunque las encuentras más tarde, cuando te toque luchar contra enemigos humanos. Un disparo a la cabeza valdrá, aunque te aconsejamos que solo uses el rifle contra enemigos humanos que sueltan munición, pues si lo usas contra grupos de zombies es un suicidio: te quedarás sin munición enseguida y el ruido atraerá a muchos más.
Al final, descubrimos que lo más útil es la ballesta o el arco (la ballesta es más rápida): sus virotes o flechas son más dañinos que una bala, ¡y las puedes recuperar y reciclar siempre! Además, puedes «craftear» más virotes sin demasiados problemas, incluso con efectos elementales: aturdidoras, incendiarias… El arsenal se completa con granadas, cócteles molotov, bombas caseras de distintos tipos… y si no, tumba al zombie y dale de patadas hasta que le explote la cabeza: puede llegar a ser muy catártico (y sangriento).
Desafiando los límites de Nintendo Switch
Dying Light es un juego muy potente, un auténtico triple A reducido al tamaño de un cartucho de Nintendo Switch, donde no acostumbramos a jugar juegos de esta magnitud y centrados en la acción. El mapa es muy grande y muy denso: no hay grandes explanadas abiertas, pero está lleno de edificios, antenas, pasos elevados y estructuras para trepar, esa verticalidad tan codiciada hoy día.
La ciudad de Harran, un lugar ficticio inspirado en Turquía, mezcla barrios de chabolas pobres, altos rascacielos en construcción y un casco antiguo lleno de torreones y cúpulas históricas muy bien conservadas (al menos, antes de que estallara el brote zombie), envuelto en un ciclo día-noche que hace que los enemigos sean más duros de noche.
Como es de esperar, está lleno de misiones secundarias, algunos asentamientos de supervivientes con sus propias tareas y encargos, que nos permiten descubrir más sobre los personajes y su mundo. Narrativamente son un buen complemento a la historia, sólida pero tópica y con un villano demasiado sobreactuado, aunque jugablemente sí se nota cierta repetitividad en los objetivos, algo de lo que se escapan pocos juegos de estas características.
Pero lo cierto es que, gracias a su progresiva curva de dificultad, que cada vez nos hace enfrentarnos contra zombies y enemigos más duros, las interesantes nuevas habilidades que descubrimos, y algunos momentos muy espectaculares (escaladas no aptas para quienes sufran vértigo, o encuentros con hordas de zombies en alcantarillas y otros lugares angostos y sin escapatoria), hacen que avanzar en la historia sea por lo general muy entretenido.
Y recuerda que cuando termine la campaña principal, que no es corta, tienes una nueva campaña, The Following, en un mapa completamente nuevo y mucho más grande… aunque compuesto casi todo por campo, ya que aquí puedes usar un vehículo para desplazarte (el cambio de la ciudad al campo –y la granja- nos recordó mucho al paso a la segunda temporada de The Walking Dead).
¿Y qué tal se desenvuelve un juego tan tocho como Dying Light en Nintendo Switch? Dejamos este apartado para el final porque realmente no hay mucho que decir, y todo cosas buenas. Empezamos por lo obvio: se ha reducido la resolución, y tiene ese aspecto «borroso» al que estarás acostumbrado si ya has jugado a otros ports de juegos third party en Nintendo Switch como Mortal Kombat 11. Sin embargo, no es tan acusado como en otros juegos como The Witcher, donde llega a cansar la vista. Gráficamente es muy sólido, los interiores aguantan muy bien el tipo con muchos detalles, y los exteriores sorprenden aguantando un nivel de detalle más que aceptable incluso a largas distancias. Vamos, que podrían dar una lección a GameFreak y el exagerado popping de Leyendas Pokémon: Arceus ¡Subirse a lo alto de una torre y mirar alrededor es realmente espectacular!
Todo ello, a 30 fps muy estables, sin tirones que entorpezcan el juego y con tiempos de carga muy, muy aceptables. El apartado técnico se completa con un doblaje espectacular, repleto de voces en español de primer nivel, que reconocerás de películas y series, encabezado por Roger Pera como el protagonista Kyle Crane (la voz de Tobey Maguire en Spider-Man…).
Dying Light Platinum Edition – Port espectacular de un juego estupendo
Dying Light Platinum Edition es uno de los mejores ports para Nintendo Switch que hemos visto de uno juego moderno Third Party, y no es precisamente un juego pequeño, con un mapa enorme, muchísimas misiones por hacer, armas por «craftear», barrios por explorar… y eso sin contar los DLC que multiplican la vida útil del juego (aunque quizás acabes acusando la repetitividad).
Eso sí, ten en cuenta que su modo multijugador online, salvo que lo juegues con amigos que ya tengan el juego, no tiene ningún interés, y no merece la pena las dificultades para encontrar partida. Es una lacra importante, pero a nuestro juicio, el juego es muy bueno y más que suficiente en modo individual, y si te gustan los zombies, la acción en primera persona y el esquema de juegos de mundo abierto con el mapa lleno de iconos, este es uno muy interesante que además da algo más de agencia al jugador a decidir cómo quiere afrontar cada misión.
Hemos analizado Dying Ligth Platinum Edition gracias a un código digital cedido por Techland. Versión analizada: 1.0.3
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