Los NFT y la astracanada capitalista

Qué hay tras los NFT y por qué es peligroso que las grandes desarrolladoras se unan a la moda

Los NFT son el futuro. Y lo son porque a quienes tienen en sus manos el poder de dar forma a ese futuro les interesa que lo sean, y les da igual que se caguen en los artistas, en el medio ambiente, y en ti, que ya has puesto tres tuits criticando a Willyrex porque no para de dar la turra con el tema. El caso es que detrás de las siglas se esconde una tecnología prometedora que bien podría revolucionar el mundo. Su potencial de aplicación abarca desde la economía (todos hemos oído hablar a estas alturas de los celebérrimos bitcoins) hasta la gestión de tu cita del jueves con el endocrino, y eso es algo que podría resultar útil para el ciudadano de a pie pero que no está exento de problemas.

 

A lo largo de este artículo repasaremos los pros y los contras de la tecnología blockchain, cómo los NFT la han pervertido para ponerla al servicio de la especulación o por qué la conversión de una leyenda de Youtube en un criptobro superturbio y la manipulación del valor del bitcoin con un solo tuit de Elon Musk son parte del mismo fenómeno. Así que id a por un snack, haceos un café y poneos cómodos, porque esto va a ser largo. Comencemos.

 

 

Blockchain y un futuro descentralizado

No es fácil hablar de blockchain sin mencionar las criptomonedas porque, si bien esta tecnología ha venido desarrollándose desde los años 90, fue en 2009 cuando apareció en foros de Internet un artículo llamado Bitcoin: a peer-to-peer electronic cash system, que fue decisivo para la definición de blockchain. El artículo estaba firmado con el seudónimo de Satoshi Nakamoto, y aún no se sabe si tras ese alias se esconde un individuo o un colectivo.

 

Podemos definir blockchain como un sistema de seguridad en el que se almacena información verificada de manera descentralizada. La descentralización es su característica principal y la que más peso tiene de cara a su implantación definitiva, puesto que el mundo de hoy se rige por la ingente cantidad de datos personales que generamos y que deben ser verificados por un organismo central para encontrar legitimidad. Si hablamos de dinero, el organismo que los verifica son los bancos; si es la salud, los hospitales; si es una historia de instagram, los servidores de Facebook (ahora Meta); e incluso para reconocer nuestra propia identidad en Internet debemos acceder a un certificado digital emitido por una «entidad certificadora» como la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre. Blockchain eliminaría estos intermediarios y trabajaría directamente para el público.

 

Para evitar la utilización de servidores centrales, las redes de blockchain cuentan con un diseño estructural en el que todos los usuarios funcionan como un nodo, de forma que todos ellos tienen los mismos datos y pueden verificar que la información que pretendemos integrar en el sistema es verdadera o posible. En otras palabras: la propia estructura de blockchain es lo que dota de seguridad al sistema, convirtiéndolo en algo prácticamente inhackeable. ¿Y cuál es esta estructura? Pues la de una cadena (chain) de bloques (block).

 

nft

 

Los bloques son los que contienen la información. Puede ser cualquier cosa: un registro de transacciones como en el caso de bitcoin, una canción, un corto, una foto, una novela… lo que sea, teniendo en cuenta la capacidad de almacenamiento de cada bloque (actualmente ronda 1 megabyte) y que ni el bloque ni la cadena SON la foto o la novela, sino su información digital. Además, cada bloque cuenta con dos números de identificación llamados hash: uno es el del propio bloque, y otro es el del bloque inmediatamente anterior. De esta manera podemos conectar un bloque con el bloque previo, y éste con el que se incorporó antes, y así sucesivamente, formando una cadena de información codificada.

 

El hash es clave para la seguridad del sistema. Se trata de una combinación alfanumérica que codifica cualquier entrada de datos en función de un algoritmo criptográfico (bitcoin usa el algoritmo SHA-256). Siempre que utilicemos los mismos datos, el algoritmo arrojará el mismo hash, pero si un solo bit de información es modificado, el hash cambiará por completo. Recordemos que un bloque contiene un hash propio y el hash del bloque anterior, por lo que si alguien pretendiese modificar la información de un bloque, modificaría automáticamente su hash, que está contenido en el bloque siguiente. Al no coincidir el nuevo hash con el hash que tiene el siguiente bloque, toda la cadena se caerá a partir de ahí, y solo un usuario tendrá esa cadena mientras que el resto (recordemos que esto es una red donde todos los usuarios pueden consultar las cadenas de bloques) trabajará con una cadena más larga y, por tanto, con más información verificada, lo que hace que la cadena modificada sea inservible y el hackeo no sea exitoso. Sin embargo, en la teoría, la red de blockchain cuenta con una potencia computacional (muchos procesadores trabajan para verificar la información y añadir nuevos bloques), por lo que si un solo usuario acaparase el 51% o más de esta potencia, en teoría podría hackear la cadena y conseguir añadir los bloques suficientes para que su cadena hackeada fuese la más larga y la más útil. En la práctica, es muy difícil que esta situación se pueda dar.

 

nft blockchain

 

El hash, además, cuenta con otra utilidad. En este punto, podríamos diferenciar a los usuarios de una red de blockchain entre los que simplemente utilizan la red para hacer sus cosas, ya sea comprarse la imagen de un mono fumado o pagar el rescate de un secuestro, quienes al fin y al cabo son personas usando un app, y los que verifican que la información aportada es real, que son procesadores a cargo de una persona o una empresa. No hay gente verificando datos aunque estemos hablando de «usuarios», los datos están en blockchain y son verificados por ordenadores. Como es una red descentralizada, nada impide que dos o más procesadores verifiquen los mismos datos y los añadan a la cadena al mismo tiempo. Esto es inaceptable, porque no se puede asegurar que una misma transacción haya sido contabilizada en bloques distintos (lo que implicaría, por ejemplo, pagar dos veces un producto). Para solucionar esto, antes de añadir un bloque hay que resolver un pequeño «puzle criptográfico» consistente en alterar la información del bloque que se pretende añadir a la cadena hasta dar con un hash que comience por una secuencia concreta de ceros (0). La información verificada evidentemente no se altera, es la base de este sistema de encriptado, simplemente se añade un número (0, 1, 2, 3…) a cada bloque hasta que el hash resultante comienza por la mencionada secuencia de ceros. El resultado es que el primero que da con esa secuencia añade su bloque a la cadena y lo comparte con el resto de la red. A este proceso se le llama proof of work. 

 

El problema que se deriva de esto es que, si de por sí la verificación de datos requiere de una gran potencia computacional, la única forma de dar con el hash adecuado es probar número a número sin parar. Eso crea una especie de carrera en la que los dueños de los procesadores los hacen trabajar ininterrumpidamente para ser los primeros en dar con el hash y que sea su bloque el que se sume a la cadena. Podríamos pensar que esta competición es una estupidez, puesto que si los datos son visibles para todos los usuarios daría igual quien añadiese el bloque, todos se beneficiarían de su adición, sin embargo, como hemos dicho, para añadir el bloque hay que usar procesadores potentes que cuestan dinero tanto por su adquisición como por su mantenimiento. De este modo, debe haber algún aliciente para que quienes añaden bloques pongan al servicio de la red sus procesadores. Ese aliciente es el bitcoin, y quienes ponen sus ordenadores a trabajar son los mineros.

 

 

Dinero sin bancos: bitcoin

Las criptomonedas utilizan la tecnología blockchain para codificar una información muy concreta: la relativa a transacciones económicas. Bitcoin es la primera criptomoneda creada, y aunque se la toma como ejemplo y como estándar por ser la más longeva, solo es una de tantas. Ethereum está muy de moda ahora mismo, Dogecoin fue una apuesta divertida que cayó en el olvido, y SLP es célebre porque es la moneda de un juego basado en NFT y a pesar de que solo se puede usar en el juego, vale casi 100 dólares.

 

Los creadores de bitcoin (y de cualquier criptomoneda) ponen a disposición de los usuarios una plataforma sencilla para gestionar sus monederos virtuales, y fijan sus propias reglas para que la moneda sea segura. Estas reglas en realidad beben de la economía más clásica: bitcoin, por ejemplo, limitó el número de monedas existentes en 21 millones, y cíclicamente (cada 4 años) decrece la recompensa que un minero obtiene por añadir un bloque. A día 29 de diciembre de 2021, se obtiene por cada adición 6,25 bitcoins. En 2016 se cobraban 12,5, y en 2024 serán solo 3,125. Para aportar contexto, a la misma fecha 1 bitcoin vale 42261 euros, por lo quien consigue añadir el bloque y minar los bitcoins estaría consiguiendo más de 250mil euros (264.131,25 exactamente).

 

nft bitcoin

 

Además, al tratarse de una moneda descentralizada basada en una tecnología novedosa, carece de cargas. Apenas hay legislación al respecto porque las cantidades que se mueven no habían llamado todavía la atención de los Gobiernos, y de hecho muchos países no cuentan con regulación formal y específica. Eso se traduce en que apenas hay que pagar impuestos por ellas. En España no se les aplica el IVA, y tampoco el IRPF si no se opera con las criptomonedas que ya tenemos. Sin embargo, si somos mineros o tenemos nuestra propia plataforma de criptomonedas se nos considera a cargo de una actividad económica y tendremos que tributar IRPF por las ganancias o pérdidas que generemos. Lo mismo ocurre si cambiamos bitcoins por ethers (la moneda de ethereum), por dinero fiat (las monedas y billetes que conocemos) o por cualquier otra criptomoneda, en cualquier dirección.

 

La descentralización de las criptomonedas también esquiva otro agente económico necesario actualmente: los bancos. Los bancos son el organismo que nos dice que todo está bien y que el dinero que tenemos efectivamente vale lo que creemos que vale, y son quienes se encargan de gestionar por nosotros todas las transacciones que necesitamos hacer y verificar que dichas transacciones son posibles. A cambio de hacer ese trabajo, nos cobra intereses. Al eliminar los bancos de la ecuación, y al no tener que pagar a los mineros por llevar a cabo esa tarea puesto que la propia tecnología se encarga de recompensarlos, otra de las ventajas de las criptomonedas es que no hay que pagar intereses por mover nuestro dinero.

 

 

Este sistema da la sensación de ofrecer a sus usuarios mayor libertad al no depender de intermediarios que se queden con parte de su dinero, el sueño húmedo de la economía liberal, pero no contar con un entorno regulado hace que las criptomonedas tengan un valor muy volátil. Bitcoin en sus primeros años no valía nada, pero el desarrollo de la tecnología blockchain y la búsqueda de soluciones a algunos de sus problemas principales la hizo más visible y más gente se interesó por ella sin que se acuñasen bitcoins nuevas, pues su número está limitado como ya hemos dicho. Si hay más demanda y no hay más oferta, aumenta el precio de adquisición, y así llegamos a la situación que planteábamos al principio: 1 bitcoin vale más de 40 mil euros. El dinero no puede permitirse eso, no es pragmático comprar una botella de leche por una diezmilésima parte de bitcoin.

 

Y de esta volatilidad se deriva otra característica bastante perniciosa: será muy influenciable por su entorno, y su entorno no es la gente de a pie que podría beneficiarse del blockchain para encontrar trabajo, sino personas con un gran poder adquisitivo que, además, representan la esencia de la criptoeconomía. Alguien con la suficiente influencia podría jugar a su favor con el precio de estas divisas, haciendo que baje si quiere comprar, o haciendo que suba si quiere vender, interfiriendo así en la cartera de usuarios más humildes. No olvidemos que con un solo tuit en el que insinuaba que Tesla volverá a aceptar pagos en bitcoin, Elon Musk hizo que el precio de la criptodivisa aumentase un 12,5% en un solo día. Hoy muy pocos pueden invertir en bitcoin porque su precio ya es más que limitante, pero si alguien comprara 1 bitcoin a 40mil euros y mañana bajase a 30mil, habrá perdido en un solo día 10mil euros. Esto no es un escenario teórico, ya ha ocurrido. En 2017, perdió el 65% de su valor en 2 meses (de 22 a 7 mil dólares). Esto, en esencia, abre la puerta a la especulación.

 

 

 

Criptokaching: los NFT contra todo

Ya hemos visto que la tecnología blockchain se puede aplicar en un montón de ámbitos, desde la trazabilidad de un producto peligroso hasta el control del stock de una empresa, pasando por la autentificación de las obras de un artista. En una época donde el arte digital está en auge, blockchain podría ser una buena forma de acreditar la autoría original de una obra y conceder a los autores el crédito que merecen. Para ello, la obra de arte se convierte en un token no fungible (Non Fungible Token – NFT), una pieza con un valor x que es intransferible, al contrario de lo que ocurre con los bitcoin. De nuevo, esa obra de arte puede ser cualquier cosa: una obra pictórica, literaria, musical, los planos de un proyecto de arquitectura, en fin… todo. El NFT no te da el derecho de explotación de esa obra, solo te acredita como el único poseedor del original.

 

Y eso estaría bien si el interés de estas transacciones estuviese en el arte, pero al certificar que ese archivo es único lo que se consigue es dotarlo de un valor falso. Todo el mundo podría disfrutar de un pantallazo de la misma obra de arte, de la misma forma que todo el mundo puede disfrutar de Saturno devorando a su hijo si va al Prado (o lo googlea), pero ambas (el NFT y el original) tienen un valor añadido por ser eso… únicos. Y no dudo de que el arte digital de un artista novel pueda tener el mismo valor que un Goya, de hecho estoy convencido de que puede tenerlo, pero la experiencia se ha encargado de evidenciar el absoluto desprecio de los NFT por el arte. 

 

El CriptoPunk de los 12 millones

 

La prueba tangible más inmediata es Twitter. Se cuentan por decenas de miles los artistas pequeños que denuncian haber encontrado trabajos suyos en plataformas de venta de NFTs. Trabajos suyos que han sido, evidentemente, robados por bots y se han puesto a la venta sin su consentimiento. El segundo NFT más caro jamás vendido costó 11.8 millones de dólares y formaba parte de una serie llamada CryptoPunks en la que ni siquiera había artistas de por medio: todos los artes de la serie se generaron de forma aleatoria a partir de 10000 caracteres digitales.

 

El fin último del arte es ser disfrutado, no acumulado. Hace siglos, los artistas desarrollaban su actividad en parte gracias a mecenas con dinero que gustaban de admirar ese arte. Algo parecido propone Patreon, gente que disfruta de lo que crea otra gente y que decide apoyarlos para que puedan seguir haciendo algo que el pagador disfruta. Los mecenas en el contexto de los NFT, sin embargo, se han convertido en inversores, y sus encargos no son para ser degustados, sino para ser vendidos. Es como si Ludovico Sforza hubiese pagado a Leonardo Da Vinci por un cuadro solo para venderlo por el doble de lo que le había pagado. Pura especulación. 

 

 

Pero hay que venderlo bien. Por eso Willyrex ha convertido su canal de Youtube con millones de seguidores en la guía del criptobro y llama a su empresa, su equipo. Porque se ha aliado con artistas, sí, pero lo que están haciendo no busca tener valor artístico. No seré yo quien juzgue si lo tiene o no (creo que no), pero definitivamente no lo busca. Willy y su proyecto de Rude Golems no pretenden crear arte, pretenden crear marca y beneficiarse, no solo de la venta directa del NFT (de Willy a quienquiera que lo compre), sino de cada venta que se realice a posteriori. Uno de los gormiti que sacó en su colección, por ejemplo, se ha vendido hoy por más de 63mil dólares. Eso es 400 veces más de su precio original, y Willy se lleva comisión. Pero esto no es ilegal, no hay que abuchear a Willy por eso.

 

Lo que es ilegal es especular. Y para especular, solo tienes que comprar tu propio NFT por un precio desorbitado. Eso generará titulares, llamará la atención de inversores, y con suerte hará que alguien compre tu NFT por un precio mayor que el que tu pagaste. Recuperas tu inversión, y encima te llevas un pellizco, que puedes usar si quieres en recomprar otra vez el NFT, y así hasta que alguien se quede sin dinero, que oh, sorpresa, es lo que pasa, de nuevo, entre los usuarios más humildes.

 

shakira nft
Muestra de un NFT de Shakira y Bosslogic

 

Y hablo de Willy porque es quien está ahora en el candelero, pero podría hablar de prácticamente cualquier famoso. Porque sí, siempre son famosos. Influencers. A priori se me ocurre que Shakira sacó su propia colección de NFTs en colaboración con Bosslogic, un artista digital muy famoso también, y que Emilia Clarke (Daenerys de la Tormenta), también los promocionó por instagram, esta vez con fines benéficos. Bueno. No verás a un artista de 3000 seguidores en tuiter vendiendo un NFT por 63 mil dólares. La venta de un NFT necesita la confianza del comprador en quien se lo vende, por eso es tan peligroso, y por eso es un abuso. Si yo, que tengo 27 años y llevo viendo a Willyrex desde los 16, le escucho decir que los NFT son una inversión inteligente y que son el futuro, no necesito ser un niño manipulable (de hecho un niño no podría comprar NFT) para hacerle caso, solo necesito estar en una situación que me apriete un poco para intentar ganar dinero fácil y rápido de esta manera. Porque no tengo trabajo y tengo que pagar el alquiler, y comprando y vendiendo NFTs encima no pago impuestos. Lo necesito. Pero es algo que probablemente no ocurrirá y que me dejará en una situación peor de la que estaba, mientras Willy es un poco más rico. Insisto: no es ilegal, pero luce ciertamente amoral. Como poco, irresponsable.

 

Y todo esto sin siquiera haber comentado el último punto de la lista de contras: el blanqueo de capitales. Solo tengo que disponer de un poco de dinero negro y canjearlo por bitcoins. Hecho esto, ni siquiera tenemos que crear nuestra propia plataforma o nuestro propio proyecto de NFT. Basta con comprar uno, baratito, con dinero legal, y luego comprarse a uno mismo ese NFT, por un precio mucho mayor que pagarán los bitcoin obtenidos con dinero negro y que cobraremos de forma legal por haber vendido el token. Todo ventajas.

 

 

NFT y videojuegos

Los videojuegos cuya jugabilidad se basa en los NFT están tan quemados que casi no interesa incluirlos en este artículo porque su futuro está en el aire. Rápidamente, se trata de títulos que en su mayoría proceden de estudios independientes, si bien en ocasiones estos estudios están subvencionados o directamente son divisiones de una desarrolladora mayor que quiere estudiar las aplicaciones de los NFT y, sabedora de la polémica que hay alrededor de estos tokens, delega el trabajo para no manchar su nombre. La jugabilidad no difiere mucho de unos juegos a otros porque se basa en una mecánica conocida como play to earn: cuanto más juegues, más dinero ganas. Suelen contar con una criptomoneda propia, canjeable por dinero fiat u otras criptos, con la que se pueden comprar los personajes con los que jugar. Cada personaje tiene unos stats: los mejores cuestan más y consiguen más dinero. El problema con el que se encuentran estos títulos es la accesibilidad. A poco que el juego cuente con unos cuantos jugadores, es muy difícil (muy caro) para los jugadores nuevos plantarles cara a los veteranos, y la jugabilidad se ve resentida. Por tanto el play to earn se convierte en algo así como work to earn: algunos jugadores perseveran pero no porque les entretenga jugar, sino porque quieren recuperar su inversión.

 

Lo interesante aquí es lo que ha planteado Ubisoft con Quartz. No porque sea novedoso en sí, cambia Willyrex por Ubisoft y tendremos el mismo caso, sino porque es el modelo que seguramente se vaya a imponer. Simples skins que no aportan nada a la experiencia de juego y por lo tanto no crean una brecha entre inversores y no inversores. Todo el mundo podrá jugar libremente y el gameplay no se verá entorpecido por estas transacciones, que se darán de manera paralela al juego y por las que Ubi también se llevará una comisión en cada reventa. Lo que no queda claro es la vida útil que tendrán estos NFT. En un juego como servicio, a.k.a Fortnite, es fácil que los artículos que compremos mediante tecnología blockchain se puedan usar mientras los servidores de Epic den cobertura al juego, pero ese es precisamente el problema: que el modelo de Ubisoft introduce una tecnología descentralizada en un ecosistema centralizado que depende de los servidores de cada compañía. Eso complica mucho su aplicación en títulos cerrados, puesto que cualquier objeto que se haya comprado deberá ser replicado al programar nuevos títulos para poder seguir dándole uso, de lo contrario su valor decaerá y nadie más querrá seguir comprándolo, y para recrear las animaciones y las físicas de todos los artículos que se vendan se necesitarán decenas, si no cientos, de horas y de salarios de programadores. Puede que, precisamente por eso, otros grandes de la industria como Spencer continúen mostrándose escépticos a la hora de hablar de la inclusión de NFT en sus juegos.

 

ubisoft quartz

 

Conclusiones

Francamente, me resulta triste que una tecnología tan joven y con tal potencial de aplicación se encuentre en un punto tan turbio y desvergonzado. La estafa de los juegos play to earn es tan evidente, tan chabacana y descarada, que podría considerarse prácticamente un insulto. Lo mismo pasa con los escándalos de blanqueo, especulación y robo de arte relacionados con los NFT, que no hacen sino poner de manifiesto el desprecio por el impulso artístico que subyuga a los artistas a las exigencias del capital. Blockchain genera desconfianza entre la población, y no parece que sus problemas vayan a solucionarse en el futuro más cercano.

 

Una de las cosas en las que más hincapié se está haciendo es en buscar energías limpias o alternativas para evitar el gran perjuicio que se causa al medio ambiente por la carga computacional que exige la verificación de la información de una cadena de bloques, pero es ridículo engañarse: si hay gente dispuesta a invertir auténticas fortunas en procesadores y mantenimiento, cuando se encuentren soluciones menos contaminantes acabarán redoblando su trabajo. Quiero decir que si un procesador hoy (que quedará obsoleto en menos de dos años, con la generación de basura electrónica que eso conlleva y que se suma al problema) recibe una nueva versión que usa la mitad de energía, los mineros comprarán otro y usarán dos procesadores para poder minar más. Habrá que ver cómo reaccionan los Gobiernos a este fenómeno y si alguna de las prácticas que a día de hoy son legales acaban siendo ilegalizadas. Lo que es indudable es que acabarán metiendo mano puesto que la tecnología avanzará con ellos o sin ellos. Hasta entonces, blockchain solo es la enésima prueba de que el capital puede prostituir las ideas colectivas que entrañan el potencial de hacer avanzar a la sociedad.

 

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