Super Mario Bros. 3 NESxtalgia

NESxtalgia – Viajamos (o volamos) al pasado de la mano del título de plataformas por excelencia… Super Mario Bros. 3

¿Alguien ha visto un mapache con bigote?

A estas alturas, resulta innegable afirmar que todas las empresas dedicadas al ocio y al entretenimiento entienden la nostalgia como una de sus variables/fuentes de ingresos más destacables. Y, no, esto no es algo que tenga que ser malo per ser, pero si es cierto que ese sentimiento perpetuado de que «cualquier tiempo pasado fue mejor» ha hecho que dicha nostalgia sea impuesta, en muchas ocasiones, por la fuerza con resultados, a veces, realmente cuestionables. Y aunque, no es el caso que nos ocupa, conviene tenerlo siempre muy presente en nuestra memoria jugona. Por suerte, hoy nos toca hablar de un fontanero con bigote impresionante, personalidad arrebatadora y kit salva princesas incluido… Y es que el tiempo pasa, como Super Mario Bros. 3, ¡volando!

 

 

ANEStesia para un corazón por plataformar

Se acaban de cumplir la friolera de 30 años desde que Super Mario Bros. 3 desembarcara en Occidente, más concretamente en Estados Unidos. Si bien es cierto que en Europa tuvimos que esperar medio año más para poder disfrutarlo (los tiempos de carga eran, por aquel entonces, harto distintos para nosotros). Erigido por muchos, entre los que se incluye un servidor, como uno de los mejores plataformas de la historia de los videojuegos y un juego cuya proyección ha ido, sin lugar a dudas, mucho más allá de la de la propia NES. Una obra maestra MÁS de Nintendo y Miyamoto que logró colocar en el mercado más de 18 millones de cartuchos, pulverizando todas las expectativas y situándose durante años entre las listas de juegos más vendidos de todo el mundo. Y que mejor que el propio e inexorable paso del tiempo, entendido aquí como factor amplificador, para rendir homenaje a esta obra maestra del género plataformero.

 

Super Mario Bros. 3 NESxtalgia

 

Hasta aquí todo normal, ¿verdad? Es más, podríamos decir que, atendiendo a lo leído hasta el momento, nos encontramos ante un artículo que en su afán de rendir pleitesía a tan sonado título se dispone a repetir los mismos datos, curiosidades y detalles vistos en las anteriores diez mil publicaciones vistas en la red de redes. Nada más lejos de la realidad. NESxtalgia os acercará Super Mario Bros. 3 bajo un prisma nunca antes visto, ¡el mío propio!

 

Agosto de 1991, mi flamante NES llevaba un par de años coronando la TV de la cocina (por aquella época abordar el salón, ocupado por los informativos y demás batiburrillos televisivos, era tarea imposible). Era un verano bastante caluroso, o así quiero recordarlo. Es cierto que aún no había surgido mi afán por limpiar el planeta (estaba a un año vista). No obstante, mis antenas ya andaban recibiendo datos que apuntaban a que algo debíamos estar haciendo rematadamente mal con nuestro planeta para que nos tratara así. En anteriores entregas de NESxtalgia os desvelaba como la dupla compuesta por Duck Hunt y NES Zapper logró eclipsar, y siempre hablo bajo el prisma de mi propia experiencia, al mismísimo Super Mario Bros. Un título de plataformas tan impresionante como novedoso que, sin embargo, fue barrido unos años después, en todos y cada uno de sus apartados, por su tercera entrega numerada. Y es que Super Mario Bros. 3 llegó, sin ningún atisbo de duda, para ocupar ese trono jugable que, inicialmente usurpó (?) la pistola de la Gran N.

 

Esta escena es ya… ¡mítica!

 

Mario hace chip y aparece (volando) a tu lado

Era una tarde aburrida, de esas sin expectativas, en las que nunca pasa nada. O al menos eso es lo que me parecía. Llevar un par de semanas castigado en la mazmorra más profunda de mi casa por haber lanzado una inofensiva (y diminuta) piedra al matón de clase con el único fin de ejercer de justiciero salvador… tampoco ayudaba a dar forma a una escena mucho más alentadora. Y hablando de piedras… Sumido en las musarañas me encontraba cuando un golpe hizo que regresara a toda velocidad de mi sagrada penitencia/estado de regresión para acercarme a la ventana.

 

Shhhh, ¡Sera, tenemos poco tiempo!

 

En el jardín de mi casa se encontraba mi amigo Alberto, compañero de fatigas y otro justiciero de vocación, con el que compartíamos afición por los videojuegos. Alberto era consciente de mi estado de reclusión, pero me traía una oferta (el trueque era nuestra principal fuente de intercambio de videojuegos y/o otras cosas) que, quizás, no podría rechazar. Te traigo Super Mario Bros. 3.

 

Me lo ha regalado mi primo de Madrid y no he sido capaz de jugar más de 10 minutos. Es demasiado raro. ¿Me lo cambias por tu Zapper y el juego de patos? – Me dijo en voz baja e hilvanando sílaba tras sílaba como si de un costurero de palabras sin sonido se tratase.

 

Lo primero que pensé fue… ¡me traes lo que no te gusta!, pero justó después rebobiné en mi cabeza algunas de sus palabras. Alberto era un jugón de los de toda la vida. De los de manual, de los que no admiten cambio alguno. Probablemente aquello de «es demasiado raro» pudiera traducirse por «es demasiado bueno para mí». Abrí la ventana, metí una ya manida zapper, junto al cartucho de los famosos pLatos en una bolsa y até esta a la cuerda de intercambios. La transacción transcurrió sin incidentes y en un par de minutos Super Mario Bros. 3 estaba en mis manos. Lo primero que me llamó la atención fue su amarillenta portada. Mario había evolucionado y ahora tenía cola y… ¿podía volar?

 

 

Algo tan sencillo, hoy en día, como volar no era moco de pavo durante la década de los 80 (al menos en un videojuego de plataformas). La NES era capaz de combinar el scroll horizontal con el vertical, pero a costa de ver tremendamente resentido el rendimiento del título que optara por escoger ese camino en su programación. Por ello, Super Mario Bros. 3 incluyó en el seno de su cartucho un chip (llamado SV1) que permitía que nuestro querido Mario se pudiera desplazar a su antojo sin ralentización alguna. Facilitando, de esta forma, la labor de la propia CPU central.

 

La sorpresa y desconcierto inicial dieron paso a una pantalla de título que, al más puro estilo de una obra de teatro, nos presentaba a algunos de los personajes principales de la aventura interaccionando junto a Mario. Algo que escondía tras de sí un motivo más razonado de lo que cabría esperar en un principio. Ya que Shigeru Miyamoto desveló, el 10 de septiembre de 2015, a través de un vídeo de Nintendo en YouTube que la historia ocurrida en Super Mario Bros. 3 no es canon y nunca sucedió realmente. Equiparándola a una suerte de obra teatral (un trauma al nivel del vivido en series como Los Serrano). Sinceramente, esas declaraciones del maestro Miyamoto, aunque 25 años tarde, explicaban muchas cosas. Bloques atornillados al escenario, plataformas colgadas con cuerdas y nubes parcheadas hicieron que durante todo mi maravilloso periplo por aquel mundo de fantansía algo dentro de mí dijera… ¡esto esconde algo muy grande Synbi!

 

Super Mario Bros. 3 NESxtalgia
¡Lo tuyo era puro teatro!

 

Es curioso ver, con la perspectiva que nos otorga el paso del tiempo, como mucho de los medios especializados de la época (de papel, claro está) tildaron esta entrega de excesivamente difícil, sonoramente chirriante y un paso por debajo de lo visto en plataformas de nueva generación como SEGA Genesis (Mega Drive de toda la vida) o el recién llegado cerebro de la bestia (SNES). Por suerte, en territorio Estadounidense otro gallo, o a otro Mario se cantaba gritaba. Al menos en cuanto a marketing y publicidad se refería. ¿Recordáis este mítico spot? Un servidor aún lo guarda en una de sus cintas VHS más valiosas.

 

 

Mario: el arquetipo del NO-héroe y la historia de un juego único e irrepetible

Dejando a un lado los prejuicios y los comentarios destructivos llegados de parte de medios que ni siquiera habían completado (si es que jugado) el título… Lo que Super Mario Bros. 3 ofrecía frente a mi era una amalgama de mecánicas, imágenes y sonidos que siguen aún impresos a fuego en mi memoria ram. Un mapa con distintos mundos a nuestra disposición, minijuegos, carismáticos jefes finales, trucos, power-ups, tuberías ocultas, niveles tan variados como divertidos, disfraces… y un largo etcétera de motivos que hacían de este juego una propuesta única, hasta la fecha, en un género tan manido como las plataformas. Detalles tan, a priori, irrelevantes como poder deslizar a Mario por una pendiente, como si de un tobogán se tratase y con tan solo pulsar hacia abajo la cruceta, no tienen precio. Cada uno de los descubrimientos que aparecían frente a mi eran una explosión de emociones que pocas veces he vivido en este mundillo (y ya van unos años a las espaldas).

 

Y he de reconocer que el éxito del título se encontraba no solo en su variada propuesta jugable, llamativo acabado artístico y sonoro o en su extensión. El éxito también radicaba en presentarnos a un héroe común y corriente (?) con más valores que poderes. Nuestro amable, valiente y paciente protagonista era, al igual que un servidor por aquel entonces, un adalid de la justicia, pero también un fontanero con el que, ¿por qué no?, cualquiera podíamos sentirnos identificado, ¡o al menos intentarlo! Resumiendo, y aquí llega la grandeza de su personaje, nuestro querido fontanero logró imponer un nuevo arquetipo de héroe que se alejaba de la violencia clásica y vitaminada vista hasta entonces en el mundillo de los videojuegos. Un héroe tan común y corriente como valiente y generoso.

 

 

No son pocos los momentos y secretos que lograron hacerme palpitar durante no pocos minutos en este juego. Conseguir mi primera flauta fue, sin lugar a dudas, uno de ellos. Tercer nivel del primer mundo, aún me hallaba intentando comprender lo que tenía frente a mí. Tenía un mando, botones, cruceta, consola, cartucho y una TV Grundig (todos ellos siguen funcionando a día de hoy). Todo normal hasta aquí. No obstante, lo que estaba siendo capaz de hacer con ellos no tenía patrón comparativo alguno y ello me tenía tan maravillado y absorto como expectante por ver que me depararía un paso salto más allá. Al llegar al final del nivel se me ocurrió la brillante idea de descansar, para lo cual, asigné la acción de acacharse como método para sentar a un joven fontanero que debía estar agotado de tantas plataformas. Por qué decidí hacerlo sobre una superficie blanca seguirá siendo todo un misterio. Puede que su impoluto brillo me deslumbrara o es posible que simplemente fuera una cuestión de causalidad. La cuestión es que segundos después me encontraba tras el escenario, adentrándome en la casa de Toad para recoger la que sería mi primera flauta mágica.

 

Si tuviera que enumerar todos los recuerdos que vienen a mi NESxtalgia cuando hablo de Super Mario Bros. 3 probablemente nos encontraríamos ante un soporífero artículo de 80 o 100 mil palabras que incluiría mapaches, transformaciones en piedra, artefactos mágicos y algún chiste que otro (tranquilos, he procurado sintetizar la esencia). No obstante, lograr mantener mi marcador de vidas a 100, golpeando, previamente, una combinación casi infinita de enemigos, fue otro de mis logros más queridos y un subidón digno de mención. 100, 400, 600, 800, 1000, 2000, 4000, 6000, 8000 puntos y… 🍄🍄🍄 extra.

 

¡Chistaco!

 

Super Mario Bros. 3. Un juego que hizo y marcó historia. ¡Larga vida al rey de las plataformas!

Super Mario Bros. 3 ha sido sin lugar a dudas uno de los videojuegos (hablo a nivel global y no solo dentro del género de las plataformas) que más ha marcado mi trayectoria jugona. Ofreciéndome una propuesta jugable y artística totalmente nueva. Son muchas las horas dedicadas a un juego que, a cada paso que daba, lograba volver a sorprenderme con una nueva mecánica, un detalle nunca antes visto o ese truco cuya existencia desconocía. Sin lugar a dudas, nos encontramos ante una propuesta que ha abierto camino, sirviendo de guía no solo para otros títulos del bigotudo fontanero sino también para el resto de la industria del videojuego.

 

Han pasado ya unos cuantos años desde que el famoso cartucho acabara en mis jóvenes y ávidas manos. Y no es menos cierto afirmar que desde entonces he disfrutado de grandísimos juegos, pero han sido pocos, poquísimos, los que, como Super Mario Bros. 3, han logrando causar en mí esa sorpresa y ese sentimiento perpetuo de asombro y alegría. Voy a intentar finiquitar este articulo de la forma más contundente posible… Y es que si Super Mario Bros. definió un género, su tercera entrega lo llevó, simple y llanamente, a la perfección. O al menos… ¡eso es lo que dice mi NESxtalgia!