A principios de la década de los 90, un videojuego revolucionó el mundo y creó escuela en la industria, convirtiendo su fórmula en una de las más imitadas de todos los tiempos. Hablamos, por supuesto, de The Legend of Zelda: A Link to the Past para Super Nintendo. El título sentó las bases que durante años y, hasta el lanzamiento de Breath of the Wild en 2017, conformaron la estructura de todas las entregas de la saga principal. El listón estaba altísimo, y Nintendo sabía que su próxima entrega debía estar a la altura. Por ello, cuando The Legend of Zelda: Link’s Awakening llegó a Game Boy en 1993, todas las miradas se pusieron sobre él. ¿Conseguiría impresionar a los fans? ¿O bien quedaría para siempre a la sombra de su predecesor como un título “del montón”?
Han pasado 26 años desde entonces, y en apenas unos días podremos disfrutar del remake de esta fantástica aventura en Nintendo Switch (aquí os dejamos nuestras impresiones) Sin embargo, no hemos querido dejar pasar la oportunidad de volver a visitar la versión para Game Boy Color de la obra clásica para traeros hoy algo muy especial. Analizamos The Legend of Zelda: Link’s Awakening DX.
Bienvenido a la misteriosa Isla Koholint
The Legend of Zelda: Link’s Awakening tiene una línea argumental muy singular: no hay Princesa Zelda, no hay Ganon que valga, ni mención alguna a la Trifuerza. Ni siquiera estamos en Hyrule. Nuestro héroe naufraga en la Isla Koholint debido al azote de una temible tormenta mientras iba en un barco. Tras despertar en una casa desconocida, una joven llamada Marin nos explica que nos ha recogido de la orilla de la playa, y la aventura comienza. ¿El objetivo de Link? Salir de ese lugar. Sin embargo, cuenta la leyenda que la única forma de escapar es despertar al Pez Viento, que se encuentra dentro de un enorme huevo en la cima de una montaña. Para esto se precisan ocho instrumentos musicales ocultos en diferentes lugares del terreno, que juntos hacen sonar una melodía capaz de librar a la deidad de su profundo letargo.
Hay algo que me gustaría destacar, y es lo especial que se sienten su mundo y la historia que lo envuelve. La saga nunca ha mantenido un peso argumental uniforme: entregas como Breath of the Wild están más centradas en la jugabilidad y las sensaciones, mientras que es evidente que otras como Majora’s Mask dan una mayor importancia a lo que acontece y a crear una atmósfera realmente acorde con ello. Link’s Awakening se sitúa más en esta última clasificación. Cada personaje tiene su propia forma de ser, es reconocible y tiene nombre propio. Son ellos, a la vez que el propio mundo, quienes te cuentan la historia del lugar en el que viven e incluso te guían a través de la aventura. Sin darte cuenta creas lazos con todos y cada uno de los habitantes, y esto juega un papel clave en los últimos compases del juego. Aunque a primera vista pueda parecerlo, The Legend of Zelda: Link’s Awakening no cuenta exactamente el camino del héroe, sino que deja un atisbo de reflexión en nuestra mente y una sensación extraña al alcanzar los títulos de crédito. Es un viaje envuelto en misterio e incertidumbre que se acrecienta a cada paso.
Un digno sucesor
La jugabilidad en Zelda: Link’s Awakening tampoco se queda atrás. Creedme cuando os digo que ha envejecido de maravilla. Es divertido, es muy dinámico y se mueve realmente bien teniendo en cuenta la plataforma en que se lanzó, y posee todo lo que, desde A Link to the Past, hemos entendido que hace a un Zelda reconocible al instante. Por supuesto, se nota más pausado que los juegos a los que estamos acostumbrados en pleno 2019, y tiene ciertas limitaciones. Por ejemplo, resulta bastante tedioso contar con únicamente dos botones para asignar objetos, lo que desemboca en estar entrando en el menú cada dos por tres a realizar asignaciones porque en una sala de una mazmorra necesitamos una la espada y bombas, pero en la siguiente tenemos que echar mano de la Pluma y las Botas de Pegaso. No obstante, hay que entender que el hardware en que se ejecutaba este título era una Game Boy Color, y la configuración de botones era la que era.
Estructuralmente nos encontramos con una entrega que continúa con el legado de su predecesor para Super Nintendo. Sin embargo, a diferencia de éste, en esta ocasión el camino se vuelve más lineal, siendo obligado realizar las mazmorras en un orden concreto para avanzar en la aventura. A pesar de ello no resulta forzado ni antinatural, gracias en parte a la forma que tiene el juego de llevarte de la mano hacia los diferentes objetivos. El título utiliza un buen número de veces a los habitantes del mundo como guía para el jugador, involucrándoles en pequeñas misiones que le ayudan a entrever qué es lo siguiente que debe hacer. Esto dota de verosimilitud a la Isla Koholint y se entrelaza directamente con los lazos que, como he expresado anteriormente, forjamos con las gentes que viven en ella.
Considero necesario mencionar, por un lado, la variedad de objetos equipables que encontramos a lo largo de la obra y, por otro, los objetivos secundarios que contiene y que nos permiten alejarnos un poco del centro de la aventura, no sin recompensa. En primer lugar, he de decir que a pesar de que la mayoría de los objetos que podemos utilizar ya los conocíamos con anterioridad a Link’s Awakening, me han sorprendido para bien dos ideas que incluyó por primera vez: la Pluma de Roc y el Bastón Mágico. La primera cambia la forma de movernos por el mundo de un momento a otro, ya que nos permite saltar para, por ejemplo, sortear agujeros en el suelo o esquivar enemigos. El Bastón Mágico, por su lado, es poderoso hasta el punto de que ser capaz de derrotar a los Cuccos (no digo nada y lo digo todo). En lo que respecta a los objetivos secundarios, destaco sobre todo la misión que nos lleva a conseguir una espada más poderosa y una mazmorra especial en cuyo final nos espera una elección muy importante y que, digamos, cambia un poco a Link.
Los mejores perfumes vienen en frascos pequeños (en este caso, en MB)
Es complicado hablar del apartado artístico de un título para una consola portátil que salió hace más de dos décadas, pero sí es cierto que, si echamos la vista atrás, pocos juegos de Game Boy ofrecían una experiencia visual similar a la que da Link’s Awakening. No sé a vosotros, pero a mí la mayoría de las obras de aquella época me provocan una sensación de lentitud en el movimiento, supongo que por ciertas limitaciones. Sin embargo, este Zelda consigue hacer desaparecer ese sentimiento gracias a lo trabajadas que están todas y cada una de las animaciones, debido a las cuales todo adquiere un gran dinamismo y elimina, por el contrario, un estatismo que hubiera hecho de todo mucho más aburrido. El mundo es variado, hay una gran variedad de assets que permiten que identifiquemos las temáticas de cada lugar y los sprites son fantásticos para su época.
El apartado sonoro es, para variar, digno de reconocer. No solo incluye temas musicales que ya son todo un clásico en la saga, aunque adaptados al chip de sonido de Game Boy, y otros que quedaron grabados para siempre en miles de personas, sino que además la banda sonora está compuesta por 79 temas con una duración de algo más de una hora. Los efectos de sonido están muy bien implementados, e incluso llegan a jugar un papel importante en la resolución de puzles en algunos momentos. Poco más puedo decir al respecto. Si conocéis la trayectoria musical de la saga, debéis saber que el sonido de Link’s Awakening no decepciona en absoluto.
Algo que me ha fascinado de esta entrega es la cantidad de contenido que posee. Me pongo a pensar en todo lo que me ha ofrecido y todavía no me puedo creer que fueran capaces de meterlo en un cartucho de 4MB, hablando por supuesto de la versión para la Game Boy original. Estamos hablando de un juego que ofrece una historia de aproximadamente 20 horas, con una buena cantidad de elementos artísticos, una banda sonora que dura más de una hora, un gran número de casas y cuevas en las que entrar, un puñado de mazmorras, personajes e incluso misiones secundarias. Quizás yo sea fácilmente impresionable, pero me ha parecido increíble.
The Legend of Zelda: Link’s Awakening DX – Un clásico atemporal
Llevaba mucho tiempo queriendo enfrentarme a este título. Era muy pequeño en su día cuando la reedición para Game Boy Color vio la luz, y en los últimos años, aunque de verdad quería jugarlo, se me hacía complicado al pensar que era un juego relativamente viejo ya. Pero con el anuncio del remake para Nintendo Switch lo vi claro, era mi momento. Lo cogí con ganas, y no lo solté hasta que lo exprimí del todo. Ahora puedo lograr entender por qué tanta gente lo considera como uno de los mejores The Legend of Zelda. Lo tenía todo en su día para ser un juego memorable y, lo que es más curioso: lo sigue teniendo. Obras como esta demuestran que es el alma del videojuego lo que permanece en el tiempo. Los gráficos hiperrealistas quedarán atrás. Las mecánicas que un día fueron innovadoras se harán pesadas cuando volvamos a vivirlas diez años después. Sin embargo, el cariño, las sensaciones que el título genera, una jugabilidad bien pulida y una historia que es imposible que pueda pasar de moda seguirán siendo satisfactorias dentro de mucho tiempo. The Legend of Zelda: Link’s Awakening es un digno sucesor de A Link to the Past, y en apenas unos días, los que en su día lo disfrutaron podrán volver a la Isla Koholint, y los que la conozcan por primera vez quedarán enamorados, como hicieron los primeros hace más de dos décadas.
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