¿Alguna vez habéis pensado en qué criterio nos basamos para definir los géneros de videojuegos? Generalmente nos basamos en las mecánicas: definimos el juego como plataformas si incorpora fases que involucren saltos o maniobras que dependan de nuestra pericia o reflejos, mientras que los shooters deben implicar disparos. Sin embargo, esto no es así en otras disciplinas artísticas. En cine, por ejemplo, definimos las películas en función de las sensaciones que nos transmiten, como la comedia o el drama. En Extra Credits subieron un vídeo en 2012 en el que proponían empezar a definir los videojuegos no en función de sus mecánicas sino en función de sus estéticas, siguiendo el marco de referencia MDA (Mechanics-Dynamics-Aesthetics). Dicho de otra manera: definir los videojuegos no por lo que hacemos en ellos, sino por los motivos por los que los jugamos. Pikuniku es un título que se define mucho mejor por lo que transmite. Las obras publicadas por Devolver Digital pueden tener una calidad mayor o menor, pero siempre destacan en algún aspecto, siempre aportan algo al medio. En el caso de Pikuniku, nos toca hablar de su humor. El primer título del estudio franco-inglés Sectordub es una oda a la comedia sencilla, basada en situaciones absurdas y sin necesidad de faltar el respeto ni insultar a nadie.
Tráiler Pikuniku
Lo bueno, si simple, dos veces bueno
La sencillez es uno de los valores principales de Pikuniku, y empieza en nuestro protagonista. El personaje que controlamos es, literalmente, una elipse roja con dos patas y dos ojos. Con él podemos movernos, saltar y pegar patadas. Total, ¿para qué queremos hacer más cosas? Nuestra querida bola roja es, en realidad, «la bestia de la cueva» que temen los habitantes del poblado cercano. Cuando nos descubren, al principio del juego, nos encierran en una jaula, pero al ver que no somos ninguna amenaza nos dejan libres.
Una vez liberados, empezamos a explorar la zona y a hablar con los seres que habitan la localidad. De este modo vamos resolviendo pequeñas misiones secundarias y avanzando en la historia principal. Esta primera zona es en la que tenemos más cosas por hacer y gente con la que hablar, mientras que en las áreas posteriores el juego se centra más en la trama principal. Pikuniku no quiere ponernos las cosas complicadas: quiere darnos una experiencia agradable, que podamos disfrutar en unas pocas horas y terminar con un buen sabor de boca. Tampoco busca hacernos sufrir: más allá de algún puzle que se nos pueda complicar, Pikuniku está pensado para no tener problemas para avanzar.
Una oda al humor absurdo
A nivel mecánico, Pikuniku es en un juego de plataformas basado en el salto, con un ritmo pausado y centrado más en resolver rompecabezas básicos que en poner a prueba la maestría del jugador. El objetivo del juego no es hacernos sentir orgullosos por nuestro talento plataformeando o nuestra inteligencia a la hora de encontrar la solución de los puzles; simplemente quiere que nos riamos. El humor es lo más importante de Pikuniku, la razón a la que este título debe su existencia, y lo encontramos en todas partes.
La gran mayoría de personajes nos dan conversaciones que, como mínimo, nos provocan una leve sonrisa. Pikuniku utiliza un humor muy cotidiano, basado especialmente en situaciones ordinarias de nuestra vida y comportamientos que solemos realizar. De ahí que, por ejemplo, un personaje nos aconseje enjuagar los platos después de comer pasta con queso rallado, pues en caso contrario, el queso se queda pegado al plato y luego es mucho más difícil quitarlo. Situaciones como esta, que no esperamos que nos presenten y que nos recuerdan a nuestro día a día, le dan aire fresco al juego, y nos provoca la leve sensación que no estamos hablando con personajes virtuales, sino con personas un poco más reales.
Hay un aspecto del humor de Pikuniku que merece la pena destacar, y es que consigue hacernos reír sin la necesidad de atacar o satirizar ningún colectivo. Es la prueba de que el humor no necesita una víctima: nosotros mismos o la irracionalidad del ser humano son material más que suficiente para sacarnos unas risas. Y esto Pikuniku lo consigue no solamente a través de los diálogos, sino que también valiéndose de sus mecánicas y diseño de niveles.
Como he comentado al principio, una de las acciones que podemos realizar con nuestro personaje es la de pegar patadas. Es una mecánica que nos es útil en los niveles de plataformas y en las peleas contra jefes (nada del otro mundo), pero también es una forma de interaccionar con los otros personajes. Lo interesante aquí es que estos responden a nuestros golpes, normalmente preguntándonos por qué estamos haciendo eso o recomendándonos que encontremos otra forma de canalizar nuestra ira.
Mensajes políticos… sin relevancia final
De esta manera, a base de chistes malos, chascarrillos y situaciones ilógicas y absurdas, Pikuniku nos ofrece una experiencia que no podemos calificar de otra forma que agradable. El título no se toma en serio a sí mismo en ningún momento, y aunque introduce temas como la explotación laboral, la ausencia de privacidad o la problemática del avance tecnológico para la tasa de empleo, no les dedica demasiada atención; son más bien instrumentos para dotar a la trama de un motivo por el que avanzar, o bien excusas para introducir el humor en ciertas escenas.
Pikuniku también incluye un modo cooperativo. En él, podemos desacoplar los joycon y jugar con un amigo a una serie de niveles diseñados específicamente para dos jugadores. Es una adición interesante, especialmente dadas las posibilidades en compañía que nos ofrece este título, pero se trata solamente de nueve niveles, junto al minijuego de básquet, lo cual nos sabe a poco. Quizás hubiera sido interesante que se añadiese este factor cooperativo a la aventura principal, y no a unos niveles que están separados totalmente de la historia principal. Porque, recordamos: Pikuniku destaca por su humor, que encontramos especialmente (aunque no exclusivamente) en los diálogos, y el modo cooperativo se compone únicamente de niveles de plataformeo y rompecabezas.
Pikuniku – ¡EL BUNKO!
Pikuniku es un juego alegre que quiere contagiarnos esa misma sensación. En un mundo que se caracteriza por el estrés y la falta de tiempo, Sectordub se toma el lujo de ofrecernos una pequeña pausa para, simplemente, pasar un buen rato. Con un humor que explota lo absurdo con ingenio (que nos puede recordar a series como Hora de Aventuras), Pikuniku huye de la complejidad, tanto narrativa como mecánica, para ponernos al control de una bola roja con patas que, a base de saltos y patadas, nos ha dado varios momentos que recordaremos con cariño. No es ninguna obra maestra ni innova especialmente en nada, pero es una experiencia corta que nadie va a arrepentirse de jugar.
Este análisis ha sido posible gracias a un código de descarga digital cedido por Devolver Digital
Debe estar conectado para enviar un comentario.