Un servidor peina ya canas y tuvo el privilegio de vivir la cruenta guerra de los 16 bits coincidiendo con su adolescencia. Como imaginaréis, mi consola era una Super Nintendo, comprada de salida con mis ahorros, así que le tenía declarada la guerra a cualquier loser que tuviese una Mega Drive. Por lo menos en apariencia, porque la realidad era que me encantaba ir a casa de mi vecino del 8º a echar unas partiditas al Sonic o al FIFA en su negrita de SEGA. Para mí estaba claro que sus juegos eran técnicamente inferiores y me regodeaba de ello, pero también que tenían un «nosequé» que los hacía tremendamente atractivos. He de reconocer que, en mi intimidad, llegué incluso a desear poder darle caña al Streets of Rage o al After Burner II en mi «Cerebro de la Bestia«. Pasaron algunos años y el abandono de Sega en el negocio del hardware, tras el fracaso de Dreamcast, supuso un drama en el mundillo aunque, por otro lado, abrió la posibilidad de disfrutar de sus juegos en máquinas de otras compañías, incluida la Gran N. Esto, impensable a principios de los 90 del siglo pasado, nos trae hasta este 2018 en el que este SEGA Mega Drive Classics llega a Nintendo Switch para tratar de hacernos sentir a los viejóvenes que cualquier tiempo pixelado fue mejor.
No están todos los que son, pero son todos los que están
La nostalgia vende y Sega lo sabe desde hace tiempo, pues lleva años exprimiendo el catálogo first party de su 16 bits. ¿Por qué se centra tanto en esta generación? Muy fácil, el público potencial de Mega Drive en los 90 ahora sobrepasa la treintena, tiene cierto poder adquisitivo y es fuertemente influenciable por el «factor pixel«, por lo que es muy probable que tropiece con la misma piedra cada vez que lanza un recopilatorio de este estilo, aunque se repitan los juegos. Y aquí está la prueba. Sega Mega Drive Classics nos ofrece 51 clásicos que (la mayoría) han sido lanzados en todas las tiendas digitales del Universo y en más de una ocasión (muchos de ellos) han sido reunidos en formato físico.
Si la selección es buena o no es algo bastante subjetivo, pero es innegable que es bastante probable que casi cualquier perfil pueda disfrutar de buenos exponentes de su género favorito de la época… salvo si eres muy fan de la conducción o los deportes, pues no encontrarás ningún representante de estas categorías (¡Hola, Sega! ¿Y mi Out Run?) También en el terreno de las ausencias (inexplicables), cabe destacar que, aunque el erizo azul está más que bien representado, Sonic 3 no está presente por incomprensibles problemas con licencias de su música y los poseedores de la híbrida nos perdemos Wonderboy III y Wonder Boy in Monster World, que sí son jugables en PS4 y XBOX One. Y, como colofón al lado negativo, como viene siendo habitual en este tipo de recopilatorios, los grandes éxitos 3rd party no hacen acto de presencia, así que olvidaos de catar melocotonazos del mejor momento de Konami o Capcom.
Aún así, el conjunto final incluye juegazos que justifican la compra casi por sí solos, como los tres Streets of Rage, históricos RPG como Landstalker o Phantasy Star IV, plataformas top como Ristar o Vectorman, la necesaria ración de puzles con Columns I y III o maravillas made in Treasure como Dynamite Headdy o el colosal «run and gun» Gunstar Heroes. Tampoco faltan algunas inclusiones para mí un tanto prescindibles (afortunadamente pocas) como el «ortopédico» Altered Beast, los dos Toe Jam & Earl o Galaxy Force II, pero no me voy a poner a enumerarlos todos aquí, porque seguro que ya sabéis cuáles son los títulos incluidos (en caso negativo, pulsad aquí).
SEGA Forever
Como dije antes, Sega sabe bien a quién dirige este lanzamiento y la interfaz es otra muestra clara de que nuestros feels son el objetivo al que atacar. Los distintos menús de opciones están repartidos por una habitación que recrea bastante bien el cuarto de cualquier adolescente fanático de la marca hace unos 25 años. Accedemos a ellos a través de objetos como, por ejemplo, una cadena musical para los ajustes de audio, un teléfono para el multijugador en línea (por cierto, no he sido capaz de encontrar a nadie con quien compartir partida) o los mandos de la consola para seleccionar el tipo de control. Podemos movernos por el dormitorio, cuya luz cambia dependiendo de la hora real a la que estemos jugando, usando el stick derecho o de manera táctil y en ambos casos la respuesta es correcta pero poco ágil. Por poner un ejemplo, cuando queremos hacer algún cambio visual durante una partida tenemos que salir de ella y buscar el menú correspondiente.
El centro neurálgico se encuentra entre una estantería donde están colocadas las cajas de los 51 juegos y un mueble con una Mega Drive bajo una mítica tele de tubo. En el primer lugar podemos seleccionar el cartucho al que vamos a darle caña, marcarlo como favorito para llegar a él más fácilmente o comprobar los extras o la versión regional a la que queremos jugar en los títulos que presenten esa opción. Porcentualmente no son muchos, pero este añadido me parece un detalle positivo porque en ocasiones había diferencias sustanciales entre el desarrollo original japonés y su adaptación al mercado occidental o simplemente por temas idiomáticos, sobre todo en RPG’s como The Story of Thor, que podemos disfrutar con su traducción al castellano (aprende, Playstation Classic).
En el «altar audiovisual» tenemos la TV, donde podemos gestionar archivos de guardado o cambiar el tamaño de la pantalla con sólo pulsar un botón, y la mismísima 16 bits de SEGA, en la que podemos meter y sacar los cartuchos (en el primer caso con una animación y todo), hacer reset o modificar numerosos parámetros de la emulación (¡aprende otra vez, Playstation Classic!). Así, tenemos la opción de cambiar el escalado de píxeles para que los gráficos ganen en suavidad, implementar filtros para simular la calidad y la curvatura de imagen de las teles de tubo o elegir entre varios bordes temáticos para decorar las bandas negras laterales que se generan con el aspecto 4:3 original. Estas posibilidades, al contrario que en otras colecciones similares, ayudan a potenciar el factor nostálgico y no empañan la jugabilidad. Algo que tampoco hace el «modo espejo«, también seleccionable desde este menú. Fijaos en la foto de la primera fase de Sonic que hay bajo este párrafo e imaginaos jugarla así, al revés… Creo que no hace falta decir más para explicar el potencial de esta modalidad en juegos que muchos os sabéis de memoria.
Push Start Button
La emulación de los juegos es muy correcta tanto en modo dock o portátil. La mezcla del pixel art noventero con las características músicas y efectos de los chips Yamaha con los que contaba la consola funciona a buen nivel y, en las horas que he podido exprimirlos, no he sufrido ningún bug o ralentización que no estuviese presente en los cartuchos «reales». Los controles responden bien, pero jugar con los Joy Con en algunos títulos hace que te acuerdes en más de una ocasión de la cruceta clásica de los mandos de Mega Drive. Como la mayoría de estos revival de joyas retro a veces endiabladamente difíciles, hay varias opciones in game que nos facilitan las cosas a la hora de ir progresando para quitarnos la espina de no haber superado una determinada fase en nuestros tiempos mozos. Una de ellas es el rebobinado, que nos permite retroceder o avanzar en la acción pulsando ZL o ZR (¡adiós pieza mal colocada en el Columns), y la otra es el guardado o carga rápida, que hace más sencillo gestionar puntos de salvado en cualquier momento, inexistentes en muchos de los originales, usando el stick derecho.
Otra incorporación interesante, sobre todo cuando se trata de incentivarnos a rejugar estos clásicos que nos sabemos de memoria, es la de las hazañas y los desafíos. En el primer caso, contamos con una especie de sistema de logros que vamos ganando al completar retos como ganar un determinado número de partidas de piedra, papel o tijera en el Alex Kidd in the Enchanted Castle u obtener 5 millones de puntos en el Space Harrier II. Por otro lado, los desafíos consisten en empezar la partida en un momento concreto, generalmente en condiciones desfavorables y completar una determinada tarea. Lamentablemente ninguno de los dos sirven para desbloquear el típico contenido extra como concept arts o juegos ocultos, así que su único objetivo es reafirmar nuestra autoestima de viejóvenes, que no es poco. A esto también ayuda la presencia de tablas de clasificación online para algunos títulos en las que podemos comparar nuestras puntuaciones con las de nuestros coleguis con canas o con otros usuarios de cualquier parte del mundo. Ni que decir tiene que podemos disfrutar de partidas multijugador en los clásicos que lo permitan y, algunos de ellos, incluso de manera online.
SEGA MEGA DRIVE CLASSICS – Lo retro vuelve
Ya lo dice TuberViejuner en su canal de YouTube, aunque SEGA lo tiene claro casi desde que lanzó la Saturn y pone mucho empeño en (re)presentar cada cierto tiempo el legado de sus años dorados a las nuevas generaciones gamer y, al mismo tiempo, hacer que los más veteranos vuelvan (volvamos) a tropezar en la misma piedra una y otra vez. Y, aunque estos últimos sean el target principal de esta recopilación, SEGA Mega Drive Classics tiene cantidad y calidad para aburrir (en el buen sentido) a cualquier tipo de usuario. Es cierto que se echa de menos algún título mítico, sobran otros que son directamente malos y la mayoría ya ha aparecido en multitud de tiendas o reediciones, pero estos 51 clásicos segueros llegan a la mejor consola posible para ellos gracias a la portabilidad y posibilidades multijugador de Nintendo Switch. A SEGA le encanta jugar con nuestros feels, pero a nosotros también, sobre todo si tienen 16 bits.
Análisis realizado gracias a un código de descarga digital cedido por Koch Media España
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