Comenzamos 2018 con una pésima noticia para la industria del videojuego en España. El Ministerio de Energía, Turismo y Agenda Digital, con el ministro Álvaro Nadal en cabeza, ha cancelado unas ayudas propuestas por la Unión Europea para fomentar el desarrollo de videojuegos en nuestro país. De golpe y porrazo, un total de 2 millones de euros que iban a servir para dar un importante y necesario impulso a gran cantidad de empresas nacionales ha acabado siendo agua de borrajas.
Mutis por el foro a la hora de solicitar las ayudas
Una propuesta proveniente de la UE que había levantado los aires de optimismo dentro del sector. Tal y como informa El Español, las ayudas concedidas habrían servido para financiar entre un 50% y un 85% de los presupuestos, repartiendo capitales por un máximo de 50.000 euros para las empresas con menos de 5 empleados y 150.000 para aquellas con una cifra superior de trabajadores.
Mientras la secretaría de Estado de Cultura habla de este como «un sector de importancia estratégica como motor de la economía digital», con un importante potencial en cuanto a crecimiento e innovación; el ministerio ha dejado pasar la fecha para la solicitación de las ayudas europeas, 17 de diciembre, en un país que es el cuarto de toda Europa en cuanto a consumo de videojuegos (1.163 millones de euros facturados avalan esta posición).
Este carpetazo ha decepcionado al sector y, sobre todo, a los estudios independientes que querían preservar su libertad a la hora de dar forma a sus desarrollos. Según recoge El Español a través de sus fuentes, «Nadal no cree que haya que ayudar a la gente en formación». Evidentemente, las cosas de los videojuegos es lo que tienen, que no necesitan dinero porque los que hay detrás pueden alimentarse del aire.
El desprecio a un talento innegable
Un año después de ver a MercurySteam, una compañía patria, estar tras el desarrollo de un título del calibre de Metroid: Samus Returns, de ver cómo Tequila Works daba a luz a un RiME arrancaba lágrimas a los jugadores y presumir con orgullo por ver a un español colarse en los The Game Awards por su excepcional trabajo con Hellblade: Senua’s Sacrifice; nos topamos con la cruda realidad de aquellos que no ven, o más bien se niegan a ver, lo que se mueve en nuestro territorio.
Cada vez son más los jóvenes talentos que se arriesgan y apuestan por el mundo del desarrollo de videojuegos. A fecha de 2016, el 45% de las compañías de esta industria contaban con menos de cinco empleados y, con la iniciativa económica que había impulsado Red.es para inyectar capital con la ayuda de la Unión Europea, se preveía que al menos 20 empresas pudieran haberse beneficiado de una considerable cuantía económica.
El problema que supone la inactividad del ministerio a la hora de impulsar esta medida apunta directamente a los pequeños estudios. El fin principal de esta ayuda ya no era solo una cuestión de mantenimiento y futuro, sino de garantizar la independencia y la libertad creativa en sus trabajos dejando a lado la rentabilidad que pudieran suponer. Ahora, salvo que se consiga el éxito a través de campañas de crowdfunding, el panorama más probable sea pasar por el aro de un inversor, con las restricciones que esto puede suponer.
Como se suele decir, no hay peor ciego que el que no quiere ver. Mientras la industria del videojuego sigue acumulando cifras de infarto, el gobierno sigue mirando hacia otro lado. Al parecer, los 35 millones de euros conseguidos en ingresos por la publicidad de videojuegos y la estimación de subir a los 44 millones en 2020 son números que no vale la pena valorar.
Una facturación soberbia, un potencial enorme y un talento más que demostrado. Saber jugar las cartas en este sentido sería una forma perfecta para generar empleo y lanzarse a un sector que está adquiriendo un tamaño descomunal a nivel global. Pero apostar por la innovación no es algo que defina a nuestro país porque, desgraciadamente, los juegos siguen siendo «eso de matar marcianitos que te vuelve asesino».
Pero tranquilos, que para el circo y la pandereta jamás faltará dinero.
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