Análisis – Rocket League (Nintendo Switch). Los coches futbolistas híbridos son el futuro

¿Alguna vez habéis oído hablar de Supersonic Acrobatic Rocket-Powered Battle-Cars? Este título de nombre tan corto fue lanzado en la época de PlayStation 3 y logró captar ciertas miradas gracias a una idea de juego tan sencilla como loca: partidos de fútbol entre coches que tienen turbos y pueden saltar para hacer todo tipo de cabriolas. Era algo muy sencillo, pero capaz de dar pie a partidas divertidísimas. Sin embargo, fue víctima de la ignorancia por parte del público y quedó ahí, en el olvido. Puede que porque no era el momento o porque no se le supo dar la presencia que merecía (con ese nombre tampoco era de extrañar). Ah, ¿sabéis quiénes lo desarrollaron? Psyonix.

 

Exacto, Rocket League es el heredero de este título con nombre y apellidos que compiten con el «supercalifragilisticoespialidoso» de la Poppins. No vamos a irnos mucho más por las ramas porque este otro sí que lo conocemos todos, no en vano fue premiado como mejor indie de 2015 por los The Game Awards. Lo que este equipo lanzó en 2008/2009 fue el germen, el embrión de este otro juego que ha llegado hace tan poco a Nintendo Switch tras una estela de golazos tanto entre crítica como entre jugadores y de cuya adaptación a la híbrida venimos a hablar.

 

 

Remata… ¡con las ruedas!

Como punto de partida me gustaría aclarar que llevo más de un año jugando a Rocket League en su versión para PC y es uno de esos juegos a los que vuelves una y otra vez, algo que crea una adicción difícil de definir; pero también es un juego que engaña, un continuo trampantojo del que no te logras librar hasta que llevas unas buenas horas con él. Hay muchas personas que lo ven y dicen «buah, es que es fútbol con coches» (yo lo era); sin embargo, con un par de partidas la concepción cambia por completo. Es más que eso, es como mezclar Mario Kart con Fifa, salvando las clarísimas distancias, hacer un híbrido del deporte con los coches, pero no con unos normales.

 

Porque resulta que aquí puedes pegar saltos, incluso dobles, aprovechar los turbos para reventar a tus rivales o incluso para salir disparado en el aire y volar en el sentido más literal de la palabra. Todo para hacer las cabriolas necesarias para meter ese maldito balón en la portería de los rivales y disfrutar de esa explosión que indica un tanto a favor. Una sensación realmente placentera tanto cuando eres el más novato de la comunidad como cuando ya vas dominando las posibilidades de los vehículos. Y es que hay mucho de maestría en esto del manejo de los coches (para muestra, este vídeo). Bajo esos controles tan sencillos y tan rematadamente configurables también en Switch, hay una abrumadora variedad de posibilidades que parten de poco más de 3 botones y de un sistema de físicas que hace de gran cimiento.

 

No te vamos a engañar, en las primeras partidas probablemente te frustres por no llegar a esos balones aéreos, por ver cómo tu competencia corre más que tú. Pero el toque desafiante que tiene es lo que te incita a seguir jugando, aprendiendo a hacer las diferentes cabriolas e ir dominando lo que puede hacer tu vehículo, incluso aprendiendo cuáles son los más adecuados a tu forma de jugar. Porque, oh, ahora resulta que su tamaño y dimensiones influyen en su movilidad (generalmente agilísima y rápida) y en cómo dan al balón. Y eso importa mucho más de lo que parece.

 

 

Con todo esto lo que se debe remarcar es que lo que mejor funciona en Rocket League, lo que lo hace tan especial es que no hay dos partidas iguales y que invita al continuo aprendizaje por la superación personal. Cuando ves a tus compañeros o rivales volando, quieres aprender a hacerlo; experimentas, pruebas, pierdes muchas partidas por el camino, pero te diviertes y poco a poco vas asimilando todo lo que hay detrás de los bólidos y los balones. Es un concepto la mar de sencillo, que se asimila en cuestión de segundos, pero que tiene unas mecánicas amplísimas a explotar y aprender a través de horas y horas de juego.

 

No solo fútbol

Otra de las consecuencias del trampantojo. Rocket League no solo va de jugar al fútbol con coches, tiene baloncesto, tiene hockey, tiene hasta un modo con power-ups que es un puñetero caos. Hay muchos modos a los que hincarle el diente si te hartas de la idea de las dos porterías y un esférico en medio y te apetece probar algo distinto. Evidentemente, cada uno requiere que domines en mayor o menor medida determinadas acciones para no ser un mero bulto para el equipo; pero de nuevo, eso es algo que vas aprendiendo con las partidas.

 

Además de esta variedad, es totalmente destacable la adaptación que han realizado los chicos de Panic Button. No te esperes algo limitado en cuanto a funciones porque este Rocket League permite hacer de todo. Crear salas, invitar a amigos, juntarte incluso con aquellos de otras plataformas (a través del matchmaking o en salas privadas para enfrentaros), hacer partidos con las reglas que te dé la gana, personalizar tu coche al gusto, configurar el chat, cambiar los controles como te apetezca… y podría seguir un buen rato; pero creo que ya ha quedado bastante claro que no es completo, es completísimo, sobre todo si pensamos en todos los descargables e incluso en los coches exclusivos que trae esta versión.

 

 

Su mayor pega, aunque es algo cuestionable, es que tiene poco aliciente para el jugador solitario. Lo realmente divertido es jugar online, algo que funciona a la perfección; o con otros en local, cosa que puede hacerse tanto a pantalla partida (también para jugar dos desde una misma consola contra otros por internet) como con varias consolas en un mismo lugar, y aunque también tienes la opción de jugar contra la máquina con el reglamento que te dé la real gana, todos sabemos que, cuando eres consciente de que hay otras personas llevando esos vehículos rivales, la cosa adquiere un matiz mucho más atractivo para jugar. ¿Cambia realmente algo el competir contra la máquina o por internet? Ciertamente no, pero el ser humano es así.

 

¿Buen híbrido?

Cuando he dicho que llevo un año jugando a Rocket League en PC era precisamente por lo que quiero comentar ahora. La portabilidad que otorga Switch a este título es ideal. De hecho, pasad por alto las posibles limitaciones técnicas, las diferencias a nivel visual con respecto al respecto de versiones (totalmente notables en el Dock y fuera de él, aunque sus creadores prometen mejoras en breve) porque la fluidez está a la orden del día, y poder jugar con estos coches donde te dé la gana es una experiencia que vale la pena. Sí, incluso cuando estás en una agradable sesión de meditación en el baño.

 

No tienes las ataduras de tener que estar en casa para poder jugar, y si tienes amigos con el título en Switch o simplemente te apetece «echar una pachanga» con alguien en la consola, es tan simple como sacar los Joy-Con y poneros manos a la obra (se puede jugar con cada uno individualmente). El único problema es que el tamaño de la pantalla y su división para dos jugadores complica bastante las cosas, sobre todo cuando se trata de leer esas minúsculas fuentes. Sin embargo, para disfrutar en solitario o en el televisor es perfecto, y ojo, que en Modo TV se pueden echar partidas a 4 con pantalla dividida que pueden ser un auténtico vicio.

 

El equipo de Panic Button ha tenido que realizar muchos sacrificios en el terreno visual para mantener esa tasa de 60 fotogramas por segundo tan necesaria (posiblemente porque detrás de todo está el Unreal Engine 3), pero en los demás aspectos ha dado a luz a una versión extremadamente fidedigna al original. Por contenidos, por personalización e incluso por el acercamiento al multijugador local tan propio de las plataformas Nintendo, parece que Rocket League se ha topado con la plataforma que debía.

 

 

Rocket League – Un juego idóneo para Switch

Escribo esto tras haber echado unas partidas, y probablemente en cuanto acabe volveré a dar una vuelta por su online para seguir destrozando el esférico y haciendo algunas canastas. Rocket League tiene algo en su esencia que lo hace tremendamente adictivo. Puede que sea la simpleza de su puesta en escena, su colorido, sus mecánicas tan asimilables o que siempre llama la atención ver a coches volando y dándole a un balón gigante. Me cuesta definirlo, pero solo sé que siempre anima a echar otra partida más.

 

Sea lo que sea, es un juego que encaja perfectamente en Nintendo Switch y en un catálogo que está adquiriendo una magnitud abrumadora. Si eres de los que gustan jugar en casa con amigos o te apetece probar una experiencia diferente con un online sólido como una roca, no lo dejes pasar. Vas a tener incontables horas de juego.

 

 

Análisis realizado gracias a un código de descarga cedido por Psyonix.

 

Rocket League es un juego sencillísimo, pero que invita al aprendizaje y se convierte en toda una adicción. La portabilidad es algo que suma muchísimos puntos a un juego que, si ya era bueno, ahora se convierte en indispensable.
Nota de lectores2 Votos
58
PROS
Simple en ejecución, pero adictivo hasta la médula
Amplísima variedad de personalización de modos y coches
La portabilidad y el juego en local
CONTRAS
Jugar a 2 en modo Table-Top es algo complicado
Fuentes excesivamente pequeñas
85