2017 es EL año para Nintendo. A corto plazo, vuelven las vacas gordas gracias al éxito imparable de Nintendo Switch, un alivio tras los duros años de Wii U. Pero con perspectiva sabremos que lo más importante fue la llegada de dos juegos que han dado un vuelco a los dos pilares sobre los que se sustenta la compañía, al menos en espíritu: Mario y Zelda. Poco más queda por decir de Breath of the Wild que no se haya dicho desde su lanzamiento en marzo. Y es que ahora es el turno de Super Mario: con Odyssey, la franquicia más importante del mundo de los videojuegos se renueva de una forma solo comparable, en términos relativos, con Super Mario 64.
Es tema de debate amistoso si el Mario y los Zeldas de Nintendo 64 son los mejores que ha habido jamás o no. Algunos prefieren el desarrollo infalible de A Link to the Past, mientras que los hay quienes se quedan con el virtuosismo de Super Mario Galaxy. Lo que pocos ponen en duda es que Super Mario 64 y Ocarina of Time son los más revolucionarios, porque trasladaron mecánicas 2D a una jugabilidad completamente 3D, allanando su camino y el de tantos otros que los siguieron. Para adaptarse a las nuevas tecnologías, cambiaron el rumbo de los videojuegos.
Super Mario Worlds
El caso de Breath of the Wild y Super Mario Odyssey es similar, solo que esta vez, el cambio viene de fuera. Si se resumieran las tendencias de los videojuegos de los últimos diez años en una palabra, al menos los del género de acción / aventuras, sería la de libertad. El jugador puede ir a dónde quiera y hacer lo que quiera, en un mundo abierto de grandes dimensiones sin barreras físicas. Incluso cuando estas tierras prometidas se quedaban en páramos vacíos y la supuesta libertad no era sino la suplencia de un vacío jugable, era innegable que Nintendo se estaba durmiendo en los laureles. El anterior gran Zelda, Skyward Sword, presentaba un mundo hermético el mismo año que salía a la venta Skyrim.
Breath of the Wild y Super Mario Odyssey son por fin la respuesta a los open world. El caso de Zelda es evidente, no entraremos en ello de nuevo. Sin embargo, Mario Odyssey parece distinto: al fin y al cabo, son mundos independientes, cerrados y relativamente pequeños. ¡Ni siquiera tiene un hub, como el castillo de Mario 64! En apariencia, podría parecer que Super Mario Odyssey es un relativo paso atrás respecto a 64 y Sunshine, los anteriores de Mario basados en la exploración. El viaje entre mundos, hasta donde hemos podido intuir en nuestras demos, es lineal: cuando llegas a un mundo, no puedes salir hasta que consigas un mínimo de lunas, combustible para la nave. Cuando lo tengas, saltarás al siguiente mundo que te toque, como si pasaras del mundo 3 al mundo 4. Por supuesto puedes volver a mundos anteriores, pero no parece que tengas total elección desde el principio para ir a donde quieras en el orden que quieras.
El giro, lo que hace que Odyssey destaque sobre cualquier otro Mario, no es la forma en el que se desarrolla tu viaje, sino lo que puedes hacer durante el mismo. Tu objetivo es reunir un número de lunas, el cómo lo hagas depende de ti. No hay niveles ni estrellas/soles/lunas específicas como en 64/Sunshine/Galaxy, y aunque cada mundo tiene una narrativa propia, con jefes y objetivos principales, está integrada de forma mucho más sutil. ¿Recordáis en Mario 64, cuando entrabáis al mundo con el objetivo de una estrella y salíais con otra distinta? Ya no sentiréis que “rompéis el juego” a causa de vuestra curiosidad, pues es justamente lo que os pide y por lo que os premia.
Super Mario Freestyle
La clave de Super Mario Odyssey es la exploración y experimentación. Si en Breath of the Wild nos volvíamos locos cortando árboles, levantando piedras, cazando animales y, en definitiva, interactuando con el entorno con nuestras (muchísimas) habilidades para encontrar todos los santuarios y kologs, en Super Mario Odyssey pondremos a prueba todo nuestro ingenio y nuestro bagaje con juegos de Mario para lograr reunir las lunas. Un hueco entre dos muros es probable que sirva para escalar, salto de pared mediante, hasta una luna escondida. Cerca de una puerta cerrada encotraremos una grieta para acceder a base bob-ombazos al interior. Una fila de monedas colocadas de forma irregular nos recompensará con algo más si las cogemos por orden. Al no tener una meta fija al final del nivel, tendremos que estar siempre atentos, pues todos los clichés de los juegos de plataformas de Mario aparecen aquí, más o menos escondidos. Además de muchos nuevos, claro.
Pero a Mario no le bastaba con tener el moveset más verátil de la saga. El gancho definitivo del juego, algo que seguramente ya conozcáis de sobra, es la habilidad de capturar enemigos lanzando la gorra. Controlaremos viejos conocidos como Goombas, Bill Balas o Hermanos Martillo Sartén, pero también otras criaturas completamente nuevas, y que revolucionan (sin romper) la forma de explorar el mundo. Una de ellas, que encontramos en el mundo playero, cambia por completo la forma de moverse… e incluso de combatir contra un jefe. Con un rango de transformaciones que va desde un tiranosaurio a un poste de tráfico, y sabiendo que cada mundo cuenta con capturas exclusivas, las sorpresas duran tanto como dure el juego.
Y es que la variedad de situaciones será constante: muchas de las lunas (incluyendo las Multilunas, que contarán por tres y obtendremos venciendo a los jefes) se obtienen superando zonas de plataformas más tradicionales, con saltos ajustados, plataformas móviles y todas las disposiciones de plataformas imaginables. Estas son las «principales», las más evidentes, que además están incluidas en la historia (el Monte Delisubio, en el Reino de los Fogones, por ejemplo, será el encargado de preparar el banquete para la boda de Peach y Bowser, pero un monstruo se ha posado en lo alto del potaje, y a Mario le tocará encargarse de él). Los habitantes locales nos indicarán hacia donde ir para completar estas misiones «principales», por lo que, aunque el mundo no tiene ninguna jerarquía en cuanto a objetivos, sí que habrá ciertos requisitos que parecen claves para la trama (no sabemos si son obligatorio o no, pero recordemos que se puede completar Breath of the Wild sin ver casi nada de la historia). No obstante, la mayoría de las lunas estarán mucho más escondidas, y requerirán no solo de nuestra habilidad para encadenar saltos, sino también de nuestro ingenio y curiosidad. ¿Qué pasará si me acerco a este personaje con esta transformación? Las extrañas vibraciones del mando, ¿tendrán algún significado? Este misterioso cartel, ¿qué querrá decir? Nos quedamos sin saberlo en nuestra demo, de noventa minutos, y eso que le dedicamos más de media hora a este mundo playero. ¡Nos quedaron tantas cosas por ver!
No nos deja de asombrar la riqueza de cada mundo en un espacio tan relativamente pequeño. Olvidaos del sueño de explorar un Reino Champiñón gigante: esta estructura de pequeños niveles abiertos con objetivos funciona mucho mejor, y a un servidor le recuerda, con una lagrimita, a los pequeños mundos abiertos de cada una de las franquicias de LEGO Dimensions. Super Mario Odyssey desafía la concepción genérica de los juegos de mundo libre demostrando que la libertad real no radica en el tamaño, sino en las posibilidades jugables. Odyssey es un Mario freestyle que se beneficia de uno de los abanicos interactivos más amplios que hemos visto, solo comparable con Breath of the Wild.
Mario es tan versátil y tiene tantas formas de interactuar con el mundo que nunca te cansas de probar nuevas cosas. Primero, porque el juego te lo exige si quieres conseguir la enorme cantidad de objetivos (necesitarás una media de 15 lunas para salir del mundo, pero estos pueden llegar a tener entre 50 y 60 en total). Segundo, porque hacerlo es una delicia: el control está pulido al milímetro (como para no estarlo a estas alturas) y además aprovecha controles de movimiento de los Joy-Con (tímidamente, aunque creemos que habrá más sorpresas); y gráficamente es increíble, con una explosión de colores y detalles que luce al máximo el increíble diseño de producción, un par de pasos más atrevido que anteriores juegos de Mario.
Super Mario Odyssey – Punto y aparte
A poco más de un mes del lanzamiento, nuestra admiración por Super Mario Odyssey no puede ser mayor. La imagen de Mario en scooter por Nueva York o del tiranosaurio arrasando todo confirma, de un solo vistazo, que Nintendo está abrazando ideas que antes parecían sacrílegas. Pero es mucho más que un lavado de cara: con su estructura de mundos pequeños pero rebosantes de ideas geniales conectados entre sí, Nintendo lima las pequeñas contradicciones de libertad de acción de sus anteriores Marios 3D y prueba que lo que de verdad da sentido a esa palabra no es el tamaño de sus escenarios, sino todo lo que puedes hacer en ellos. Super Mario Odyssey es un baúl de juguetes que parece no tener fin, y lo mejor es que solo queda un mes para zambullirnos en él.
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